Son múltiples las patologías que pueden ocasionar enrojecimiento de uno o ambos ojos, constituyendo uno de los trastornos oculares más frecuentes a nivel mundial. En la mayoría de los casos no reviste gravedad y se debe a una leve inflamación, aunque en ocasiones puede ser un síntoma de enfermedades más graves. En cualquier caso se trata de una afectación cuya aparición se incrementa en verano.
La exposición solar, el cloro, los desinfectantes de las piscinas, el aire acondicionado, los ambientes secos o cargados, el uso abusivo de las lentillas; todos ellos fenómenos típicos del verano, suelen colaborar de forma importante en su aparición. Otras causas son la fatiga ocular, algún tipo de alergia, las infecciones, la contaminación aérea, la exposición a productos químicos o la sobreexposición a la luz solar.
«Su aspecto puede oscilar entre pequeñas líneas onduladas rosadas o rojizas hasta un tono violáceo difuso que parece envolver toda la esclera, nombre de la zona que popularmente se conoce como el blanco del ojo. El enrojecimiento ocular es producto de la inflamación de los vasos sanguíneos situados en la esclerótica», explica la doctora Marina Ocaña, especialista en Oftalmología de Hospital Perpetuo Socorro. «Entre las enfermedades que con mayor frecuencia acompañan el enrojecimiento ocular se encuentra el ojo seco, que además supone una de las consultas oftalmológicas más habituales. Esta patología produce una alteración de la película lagrimal que daña la superficie ocular con las consiguientes molestias para el ojo», relata la doctora Ocaña.