El número de personas afectadas por alergia alimentaria ha aumentado considerablemente en los últimos años y se ha convertido en un problema con gran calado social. Es pregunta obligatoria al inscribir a los niños en colegios y guarderías y cada vez es más común que se pregunte en restaurantes antes solicitar el menú. La alta prevalencia de alergia a alimentos es, en gran medida, la causante de que la mayoría de aerolíneas no repartan frutos secos durante el vuelo.
La alergia alimentaria afecta a un 3% de la población general y es más frecuente en niños, entre los que la prevalencia es de cerca de un 8%. El ‘Estudio Alergológica’, que establece la prevalencia de alergia a los alimentos entre los pacientes que acuden por primera vez a una consulta de alergología en España, determina que en poco más de 20 años la alergia alimentaria ha aumentado de un 3,6% de los diagnósticos a un 11,4%, es decir, ha triplicado su prevalencia. Este aumento se reproduce a nivel mundial. La percepción general es que la gravedad de la clínica derivada de estas alergias también está aumentando, aunque esto no se ha podido determinar.
«La alergia alimentaria se produce tras la ingesta de un alimento inocuo para el organismo pero que el sistema inmunológico interpreta erróneamente como nocivo, lo que provoca que reaccione de forma exagerada atacándose a sí mismo», explica el doctor José Ángel Cumplido Bonny, especialista en Alergología de Hospital Perpetuo Socorro.
Los alimentos más frecuentemente implicados en la alergia en niños son la leche y el huevo. Son también los que más condicionan la calidad de vida de los pacientes porque pequeñas cantidades de estos están presentes en multitud de alimentos. También son frecuentes en niños la alergia a frutos secos, frutas, pescados y mariscos.
En adultos, los alimentos más frecuentemente implicados son las frutas, los frutos secos, mariscos, leche, pescado y huevo. Asimismo, estos alimentos están frecuentemente relacionados con la alergia respiratoria más habitual de la zona en que viven. Así, en Canarias, donde la alergia respiratoria principal es a los ácaros del polvo, la alergia alimentaria a mariscos es mucho más prevalente que en el resto de Europa. Esto es debido a que mariscos y ácaros comparten proteínas capaces de causar alergia. En el norte de Europa, la alergia a frutas es más frecuente que en las Islas debido a las altas tasas de alergia a pólenes, que tienen alguna proteínas idénticas a las frutas.
Los síntomas más frecuentemente implicados en la alergia alimentaria son los cutáneos y digestivos, principalmente picor, ronchas en la piel, enrojecimiento, hinchazón, picor en la boca mientras se mastica el alimento, dolor abdominal y vómitos. En ocasiones puede incluso desembocar en una anafilaxia, una reacción alérgica grave que puede producir un fallo multiorgánico, con riesgo de colapso y muerte del paciente, asegura el alergólogo. Además, son precisamente las alergias alimentarias el principal motivo de anafilaxia en la infancia.
La intensidad de la reacción alérgica es impredecible. Existen características que deben hacer sospechar del riesgo de anafilaxia, por ejemplo, si ha habido una anafilaxia previa con el mismo alimentos. Aunque no es siempre así, generalmente se cumple que «mismo alimento, mismo paciente, misma reacción adversa», relata el doctor Cumplido Bonny.
Por ello, es de gran importancia acudir sin dilación a un especialista en cuanto se sospeche de su existencia. La aparición de los síntomas suele producirse de forma inmediata o en un intervalo menor de dos horas tras la ingesta del alimento nocivo para el paciente, aunque en raras ocasiones tarda más.
Una vez en la consulta de Alergología se realizarán pruebas in vitro o pruebas alérgicas cutáneas con extractos comerciales o el alimento fresco del que se sospecha provoca la afección para confirmar su existencia y comenzar el tratamiento lo antes posible ante una patología cada vez más frecuente.
Una peor nutrición y calidad de los alimentos en los países occidentales unido al menor número de agentes bacterianos con los que debe luchar el sistema inmunológico, los químicos añadidos a los alimentos y algunos factores medioambientales apuntan como posibles causas de este incremento. Y es que «aunque ante las alergias alimentarias la predisposición genética es un condicionante de relevancia no modificable, al igual que la contaminación y el cambio climático, existen otras circunstancias que pueden colaborar a su aparición y que es posible evitar», relata el especialista.
Entre las medidas preventivas que se pueden llevar a cabo para disminuir el riesgo de padecer una alergia alimentaria se encuentra la dieta. En este sentido es recomendable practicar la lactancia materna durante los primeros meses de vida, introducir los alimentos en su dieta de forma muy paulatina y posteriormente primar la ingesta de comida no procesada, de frutas y verduras evitando en lo posible los alimentos ultraprocesados. Es decir, realizar una alimentación sana y variada.
Si, con todo, la alergia hace su aparición es posible mantener a raya la enfermedad con un tratamiento adecuado y el seguimiento de algunos consejos básicos para evitar la toma del alimento responsable de la patología, como mirar atentamente el etiquetado de los alimentos por si existieran trazas del alérgeno, asegurarse al comer fuera de casa de que no esté entre los ingredientes utilizados en ningún plato que se consuma y, por si todo esto fallara y se produjera una ingesta accidental, portar siempre los medicamentos precisos para evitar una reacción alérgica, concluye el especialista en Alergología de HPS.
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