Conocida también como queratitis actínica o queratoconjuntivitis fotoeléctrica, se trata de una inflamación aguda de la córnea, que es la capa convexa y transparente que conforma la parte frontal del globo ocular. Su función es la de ayudar a centralizar la luz en la retina además de proteger el iris y el cristalino. Existen distintos tipos de queratitis según el agente que lo causa, indica la especialista en Oftalmología de HPS, Marina Ocaña.
En el caso de la queratitis actínica es uno de los principales procesos oculares asociados a una exposición intensa a la luz ultravioleta sin protección, que puede provocar graves daños. Los síntomas se presentan aproximadamente entre seis y 10 horas después de la exposición y afectar a ambos ojos. Suele manifestarse con dolor, visión borrosa que puede asemejarse a una ceguera temporal, sensación de arenilla o cuerpo extraño, fotofobia, lagrimeo y ojo rojo. También es frecuente la aparición del blefarospasmo, una contracción involuntaria de los párpados que puede ir acompañado de edema palpebral. Si se tiñe la córnea con fluoresceína es posible que se produzca un punteado corneal.
Las lesiones provocadas por radiaciones ultravioletas suelen deberse especialmente a la exposición solar directa, al reflejo del sol en el agua al practicar deportes acuáticos o en la nieve al esquiar. Hay que ser muy cuidadosos porque las páginas de una revista o libro de papel blanco brillante también reflejan la radiación, por lo que hay que protegerse también si se está leyendo en la playa o la piscina. El uso de lámparas o cabinas de rayos ultravioleta así como realizar soldaduras sin la adecuada protección es una causa muy frecuente de lesión corneal. Y es que aunque en nuestro espectro visible no se encuentra la radiación UV, lo cierto es que puede penetrar en la córnea y provocar graves daños oculares, entre los que se encuentra la queratitis actínica.
Los síntomas se presentan aproximadamente entre seis y 10 horas después de la exposición y afectar a ambos ojos. Suele manifestarse con dolor, visión borrosa que puede asemejarse a una ceguera temporal, sensación de arenilla o cuerpo extraño, fotofobia, lagrimeo y ojo rojo. También es frecuente la aparición del blefarospasmo, una contracción involuntaria de los párpados que puede ir acompañado de edema palpebral. Si se tiñe la córnea con fluoresceína es posible que se produzca un punteado corneal.
Hay que tener en cuenta que el riesgo de padecerla comienza a partir de los 20 minutos de exposición a la radiación. El pronóstico depende del grado de lesión de la córnea, la forma de producirse el daño y el período de tiempo transcurrido desde la situación que la provocó y el inicio del tratamiento. Por ello es importante acudir a un oftalmólogo lo antes posible una vez se presenten los síntomas. No obstante, en términos generales y con el tratamiento adecuado el daño desaparece en un período máximo de tres días sin dejar secuelas.
Es necesario aplicar pomada antibiótica cada ocho horas, colirio midriático que dilate la pupila y analgésicos sistémicos. También es necesario tapar los ojos para evitar la exposición al polvo, otras sustancias e incluso el parpadeo, que puede agravar la lesión. A veces los pacientes se encuentran más cómodos en una habitación a oscuras. Durante el tratamiento debe mantenerse una higiene extrema en las manos, lavándolas minuciosamente con agua y jabón cada vez que se vayan a tocar los ojos. Además, deben buscarse cuerpos extraños en los soldadores y evitarse el uso de ciertos cosméticos como el rímel o el delineador, que tampoco deben compartirse.