La fiebre en la edad pediátrica

25 noviembre, 2019
Alfredo Suárez, especialista en Pediatría de HPS

La fiebre se define como la elevación de la temperatura corporal igual o por encima de 38 grados centígrados cuando se mide con un termómetro en el recto, que es el método de elección en niños pequeños, o en el oído, y cuando es igual o superior a 37,5 grados centígrados cuando se mide en la axila o ingle.

La fiebre es sin duda el motivo de consulta más frecuente en un servicio de urgencias de pediatría, sobre todo en niños menores de tres años, y está motivado por la gran cantidad de gérmenes que están en su entorno y con los que su sistema inmunitario aun no ha tenido contacto.

«Ese aumento de la temperatura corporal causa una gran angustia familiar más que cualquier otro síntoma de enfermedad. Parece que hemos heredado de nuestros ancestros que la fiebre se asocia a determinadas enfermedades que sí que son temibles y sólo tenemos en cuenta eso, pero nos olvidamos que mucho más frecuentemente la fiebre se asocia a procesos banales. Epidemiológicamente es habitual que los niños padezcan de cuatro a seis episodios febriles al año, fundamentalmente cuando empiezan a acudir a la guardería, sea cual sea su edad», explica el doctor Alfredo Suárez, especialista en Pediatría de Hospital Perpetuo Socorro y responsable de la unidad de Urgencias Pediátricas, que permanece abierta 24 horas durante todos los días del año.

Mención aparte merecen los neonatos, es decir, los menores de 28 días, y los lactantes que tienen menos de tres meses en los que la fiebre sí debe ser un motivo de consulta inmediato.

Las condiciones sociales han cambiado las formas y los tiempos de consulta de la fiebre y muchas veces es un motivo de consulta demasiado prematuro. Se consulta por fiebre justo después de que les hayan llamado de la guardería y con muy poco tiempo de evolución. Esta es una consulta en general de escaso rendimiento con respecto al diagnóstico ya que no contamos con el necesario tiempo de evolución para que se hayan podido desarrollar otros síntomas.

Y es que «la fiebre en sí misma no es una enfermedad y no la tratamos. Realmente lo que buscamos cuando damos un medicamento para la fiebre no es sólo bajar la temperatura corporal, lo que pretendemos es aliviar el malestar que produce la fiebre. Cuando nos consultan por fiebre que, como he dicho es un síntoma más, la cotejamos con el resto de los síntomas que obtenemos por la historia clínica (tos, moco, diarrea, vómitos o la propia fiebre, entre otras) para poder hacer un diagnóstico y del que se puede derivar un tratamiento o no, porque no en todos los procesos es precisa la indicación de medicamentos específicos», asegura el pediatra.

Con respecto a los antitérmicos, en general se manejan dos medicamentos: el paracetamol y el ibuprofeno. No hay uno mejor que otro aunque en niños pequeños la mayoría de los pediatras prefiere utilizar de entrada el paracetamol porque «es con el que se tenemos más experiencia. Las dosis debemos ajustarlas al peso y no a la edad del niño, y cuando los prescribimos podemos pautarlo cada 4-6-8 horas. No se debe repetir la dosis antes del tiempo prescrito porque son medicamentos y como tales pueden producir toxicidad. Desde hace unos pocos años disponemos de una presentación en gotas de otro medicamento –el metamizol- y que podemos usar en un segundo nivel como alternativa si no mejoramos los síntomas con los anteriores», según el especialista en Pediatría. En cualquier caso, siempre es deseable la administración por vía oral que por cualquier otra vía.

La razón por la que se repiten los cuadros febriles con tanta frecuencia es porque, y sólo en el caso de los procesos catarrales, hay una multitud de virus y bastantes bacterias que pueden producir lo que parece el mismo cuadro catarral. A pesar de presentar los mismos síntomas no se produce inmunidad cruzada entre ellos ya que las defensas que creamos para un virus no sirven para otro... y vuelta a empezar.

Así pues es muy importante dejar claro que la fiebre no es una enfermedad sino que se trata de un mecanismo de defensa del organismo contra las infecciones, tanto las causadas por virus (que en general suelen ser menos graves pero bastante más frecuentes en este grupo de edad) como por bacterias. Y casi podemos decir que si hay fiebre es que las cosas van bien encaminadas, que las defensas están funcionando, ya que parte de esas defensas consisten en elevar la temperatura corporal para activar el sistema inmunitario y evitar la replicación de virus y bacterias.

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