El preoperatorio en pacientes de riesgo

4 noviembre, 2019
Jorge Fernández Sánchez, especialista en Anestesiología de HPS

Uno de los grandes beneficios del preoperatorio o valoración preanestésica es la posibilidad de evaluar y adaptar los tratamientos crónicos de pacientes cada vez más polimedicados ante una intervención quirúrgica.

Se realiza por lo general en un 99% de las ocasiones en una sola consulta, únicamente deben ser vistos en una segunda ocasión en los pacientes con patologías descompensadas que requieren la valoración de otras especialidades como cardiología, neumología o hematología, entre otras.

«Durante la valoración anterior a la cirugía podemos declarar a pacientes no aptos para la anestesia en patologías quirúrgicas programadas a aquellos que cuenten con alteraciones clínicas, resultados de laboratorio o que toman medicación que contraindican la realización de una técnica anestésica o pone en peligro de sufrir complicaciones durante la cirugía y deben ser vistos por otros especialistas para la optimización de sus estados clínicos o farmacológicos, que no suelen ser más del 1% del total», explica el doctor Jorge Fernández Sánchez, especialista en Anestesiología de Hospital Perpetuo Socorro.

Los perfiles que requieren de mayores precauciones son los pacientes con patologías cardíacas, respiratorias descompensadas, metabólicas endocrinas, anticoagulados y edad avanzada, entre otros.

Las técnicas anestésicas pueden ser modificadas según los resultados del la valoración preanestésica (VPA), primero por decisión del paciente que no dé su consentimiento para una técnica anestésica determinada, porque existan alteraciones de exámenes complementarios (plaquetas, leucocitos y coagulación), estados clínicos, alteraciones físicas motoras, antecedentes alérgicos y anestésicos anteriores.

Los pacientes antes de las intervenciones deben conocer las horas de ayunos que se deben guardar, los tratamientos médicos crónicos que se deben suspender o sustituir, que contraindican la técnica anestésica o quirúrgicas, tener conocimiento de los procesos a que serán sometidos , tipo de cirugía , técnica anestésica , previa información clara y concisa por los médicos implicados en el, proceso quirúrgico mediante la obtención y firma de los respectivos consentimientos.

En la valoración preanestésica se realiza una íntegra evaluación el paciente, lo cual incluye la medición de sus reservas orgánicas funcionales y la estimación de probable complicaciones durante el perioperatorio, que al final proporciona un perfil de riesgo clínico que permita realizar intervenciones influyentes a corto y a largo plazo en la morbimortalidad. Se recomienda indagar durante la evaluación de los pacientes con enfermedad subyacente al diagnóstico etiológico, las comorbilidades, la severidad, las complicaciones y estimar el riesgo de pérdida de la función orgánica. En el preoperatorio estos parámetros deben sumarse a los riesgos inherentes al procedimiento quirúrgico con el fin de optimizar los factores de riesgo.

«Algunos medicamentos, como los anticoagulantes, antiagregantes plaquetarios, antineoplásicos o los precisos ante enfermedades neurológicas y psiquiátricas pueden tener interacciones potencialmente perjudiciales con los anestésicos. En estos casos es necesario interrumpir o adaptar los tratamientos», asegura el doctor Fernández.

Por el contrario, algunos medicamentos deben mantenerse para evitar un efecto de rebote más nocivo que las posibles consecuencias de su continuación durante el perioperatorio, continúa el anestesiólogo.

Dentro de las fases de las que consta la valoración preanestésica, la anamnesis es la más rentable para la detección de las enfermedades. A partir de los datos recogidos pueden sospecharse de la mitad a los dos tercios de los diagnósticos. Y toda esta información contribuye a la elección de la técnica y a prever posibles complicaciones.

En la anamnesis se precisan los antecedentes médicos y quirúrgicos, así como la naturaleza de las anestesias efectuadas. La búsqueda de signos funcionales cardiovasculares, pulmonares, neurológicos o hemorrágicos permite orientar la exploración física y la elección de las pruebas complementarias.

También hay que buscar otros elementos como antecedentes de alergia o de contexto antrópico y valorar el consumo de tabaco y de alcohol. En función de la magnitud del consumo y de la dependencia del paciente a estas sustancias se ha de organizar una abstinencia preoperatoria o la sustitución/prevención de un síndrome de abstinencia. Otros aspectos a tener en cuenta son los elementos que orienten hacia un síndrome de apnea del sueño con ayuda de una escala clínica (escala de Ramachandran, por ejemplo) o que posibiliten una atención ambulatoria: autonomía del paciente, situación social y acompañamiento.

La relación entre los riesgos del paciente y los quirúrgicos puede usarse para definir las pruebas complementarias y prever la monitorización necesaria durante la cirugía. Así, los pacientes con bajo riesgo clínico y quirúrgico no necesitan la aplicación de una estrategia de reducción del riesgo cardiaco de forma sistémica.

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