Las infecciones de transmisión sexual (ITS) constituyen un grupo de enfermedades que se manifiestan clínicamente de manera muy diversa y son producidas por diferentes agentes etiológicos. No obstante todas tienen en común que se adquieren por contacto sexual si bien no tiene por qué ser su única vía de contagio. En este sentido, la profilaxis sigue siendo la mejor manera de combatirlas, dado que el arsenal terapéutico del que disponemos no ha conseguido evitar el aumento de su incidencia y, sobre todo en el caso de las producidas por virus, tiene un alto coste y no es siempre capaz de eliminarlas. Estas infecciones condicionan una morbilidad muy importante, con altas tasas de incidencia a nivel mundial que, al contrario de lo que se cree, continúan creciendo en las últimas décadas.
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