En esta área destacan las lesiones ligamentosas mientras las osteocondrales afectan a una parte del cartílago y del hueso que está adyacente al mismo
El tobillo une el pie y la pierna a través de la tibia y el peroné, que aquí se denominan maléolo interno y externo. Entre ambos se encuentra el astrágalo para permitir conjuntamente los movimientos de flexión dorsal y plantar en el pie. Debajo está el hueso calcáneo y alrededor del tobillo, viniendo desde la pierna en la parte alta y dirigiéndose hacia los huesos del pie, están varios tendones, algunos en la parte anterior de la garganta del pie y otros pasando por detrás de los maléolos. Cuando el pie se apoya, ya sea durante la marcha, en carrera o a saltar, entre otros movimientos, todo el peso del cuerpo pasa por el mismo, alternándose entre un pie y otro. “Desde el punto de vista biomecánico ello representa que los huesos, ligamentos y tendones están sujetos a permanentes cargas cíclicas que pueden producir sobrecarga de estas estructuras y lesionarlas progresivamente, o bien si ha habido una lesión aguda previa, que la cicatrización del tejido sea lenta y dificultosa. Y esa es precisamente la base fundamental de la producción de patología crónica en la región del tobillo, la cual puede afectar a cualquiera de sus estructuras”, explica el doctor Gerardo Garcés, especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica de Hospital Perpetuo Socorro y jefe de los servicios médicos de la Unión Deportiva Las Palmas.
Entre los distintos tipos de lesiones crónicas en esta área destacan las lesiones ligamentosas. Tras producirse un esguince de tobillo tipo I o leve, dado que no hay rotura de fibras, en unas pocas semanas la lesión cicatriza sin ningún tipo de secuelas. Sin embargo, si hay lesión parcial o total de fibras (esguince grado II o III), el organismo tiene que restituir la integridad del ligamento y restaurar su función. Ello implica que el nuevo tejido se alinee con el anterior y consiga una estructura anatómica y funcional similar. Cuando un ligamento con fibras rotas no cicatriza adecuadamente, su función se altera y se traduce fundamentalmente en inestabilidad. Ello puede suceder por alteración de las fibras de cicatrización o porque éstas sean más largas. Generalmente la causa es el excesivo movimiento o tensión del ligamento mientras cicatriza, por ejemplo cuando no se inmoviliza adecuadamente. Al ser las fibras mas largas, el ligamento no limita el movimiento como debería hacer en condiciones normales y el paciente nota inestabilidad. La inestabilidad ligamentosa es la complicación más frecuente de un esguince mal curado. El paciente notará que su tobillo se dobla con mucha frecuencia, especialmente en terreno inestable. Cuando esto sucede puede intentarse una compensación con la musculatura de alrededor para que reaccione a tiempo y evite que el tobillo se doble. Lamentablemente, la mayoría de las veces esto no será útil y obligará a que el paciente sea intervenido para acortar las fibras lesionadas o sustituir el ligamento por otro que sea funcional (lo que se denomina una plastia).
Si le interesa, lea las lesiones osteocondrales y las tendinopatías