La piel es el órgano más grande del cuerpo humano con una superficie promedio de 2,2 metros cuadrados en el humano adulto.
Contiene un tercio de nuestra sangre y tiene numerosas funciones, como colaborar en la regulación de la temperatura corporal y en el equilibrio hidroelectrolítico, en la protección frente a las bacterias y las lesiones traumáticas, ser parte de nuestro sistema inmunológico o servir como órgano sensorial, entre otras cuestiones. “En el desarrollo de estas funciones se pueden producir lesiones y pérdidas de sustancia en la piel. Estas heridas pueden requerir de cuidados para su curación y resolución. La cicatrización constituye una parte del proceso normal y fisiológico de curación y reparación de las heridas mediante la formación de tejido de granulación que reemplazan el tejido perdido”, explica el doctor Ángel Blanco Becerra, especialista en Medicina Interna de Hospital Perpetuo Socorro.
Existen multitud de creencias equivocadas pero muy extendidas en relación al cuidado de las heridas. El primero de estos falsos mitos es pensar que las lesiones son las mismas en todos los grupos de edad. Sin embargo la realidad es que existen heridas que son propias de cada grupo poblacional. De esta manera, los niños suelen sufrir golpes o accidentes domésticos, siendo sus lesiones habitualmente de origen traumático. Por su parte, los ancianos, sobre todo aquellos que presentan movilidad reducida o los que pasan la mayor parte del día encamados, son propensos a sufrir lesiones crónicas como por ejemplo las úlceras por presión.
Estas heridas son debidas a la presión sufrida en una zona del cuerpo sobre una misma superficie durante largos periodos de tiempo. Por este motivo es importante que los responsables del cuidado de personas pertenecientes a estos grupos de riesgo a la hora de sufrir determinado tipo de heridas, conozcan el cuidado básico de las mismas, así como las medidas de prevención para poder evitarlas en la medida de lo posible. Otra falsa creencia es la de considerar que determinadas heridas, por su tamaño o aspecto, no tienen relevancia.
“Todas las heridas requieren de atención y vigilancia para controlar el dolor, el sangrado y evitar la posibilidad de infección de la misma. Evidentemente dicha atención debe escalarse en función de la gravedad, pero todas deben ser consideradas y tratadas de la mejor manera posible, para evitar complicaciones y favorecer la cura y cicatrización”, destaca el doctor Blanco.