«El esguince de tobillo es la lesión más frecuente en la práctica deportiva después de las roturas musculares».
Afecta fundamentalmente al ligamento lateral externo y suele producirse por un mecanismo de torcedura, cuando el pie apoya sobre una zona inestable como una grieta o zona irregular en el terreno o al apoyar sobre el pie de otra persona durante la práctica deportiva.
Dependiendo de la gravedad de la lesión se distinguen tres grados. En el grado I o leve, las fibras del ligamento se distienden sin llegar a romperse. El sangrado es interno en el ligamento, por lo que no se producirá una hinchazón llamativa. Habrá un dolor localizado sobre el ligamento lesionado y no hay inestabilidad consecuente. En el grado II o moderado, hay rotura parcial de las fibras del ligamento, lo que implica que haya sangrado fuera del ligamento y edema. Por ello se provocará una hinchazón inmediata, aunque localizada alrededor del ligamento lesionado. Al haber rotura de fibras, se producirá una inestabilidad parcial que requerirá un cierto grado de inmovilización. En los esguinces grado III o graves la rotura de fibras del ligamento es completa. En estos casos el sangrado es más abundante e inmediato, acompañado de un edema importante. Ello se traduce en una hinchazón inmediata que puede ser amplia. Debido a la rotura del ligamento se producirá una inestabilidad que será evidente por la deformidad aparente o ante movimientos específicos.
Ante la sospecha de un esguince de tobillo hay que solicitar una radiografía para descartar que haya lesión ósea. Dado que los ligamentos no se ven en las radiografías, lo normal es que éstas sean normales. Por ello, aunque la mayoría de las veces no es necesario, la forma más segura de concretar el diagnóstico es mediante una resonancia magnética.