Cómo afrontar el calor en adultos mayores

15 julio, 2019
l doctor René de Lamar, especialista en Geriatría de HPS

La temperatura corporal del ser humano se mantiene dentro de estrechos márgenes gracias a la capacidad del centro termorregulador, situado en el área pre-óptica del hipotálamo anterior, de equilibrar los mecanismos de producción y disipación del calor.

Este importante mecanismo del organismo se desempeña en función de los cambios térmicos de la piel y de la sangre que perfunde los órganos internos. «La temperatura del organismo presenta un ritmo circadiano, oscilando desde 35.8ºC entre las dos y las seis de la madrugada, hasta 37.5ºC entre las 20.00 y las 23.00 horas. El nivel de calor bucal es un buen indicador de la temperatura corporal central y el rectal es 0,3-0,6ºC superior, mientras que la axilar es menos representativa de la temperatura interna, siendo aproximadamente 1ºC inferior a esta», explica el doctor René de Lamar, especialista en Geriatría de Hospital Perpetuo Socorro.

Con la edad se producen alteraciones de estas respuestas fisiológicas ante los cambios de temperatura corporal, cierto grado de disminución de la sensibilidad de los receptores ante modificaciones de la temperatura ambiental y probable respuesta irregular ante los estímulos por parte del centro termorregulador. «En los mayores hay una atenuación de la respuesta a la sed ante la deprivación de agua que es la principal defensa frente a la hipernatremia e hiperosmolaridad», continúa el geriatra

También hay deficientes sistemas efectores como disminución de la sudoración, las contracciones musculares y de la respuesta vasomotora, sin olvidar las especificas pautas de conducta de la población mayor que pueden estar influenciadas por deterioro cognitivo, limitación funcional o creencias erróneas, entre otros factores.

Las fuentes generadoras de calor en el organismo son las reacciones metabólicas, la actividad muscular y en menor grado la ingesta y la temperatura ambiente elevada.

La deshidratación se produce cuando hay un aumento de las pérdidas de agua o una disminución de su aporte, tiene una gran importancia en geriatría por su alta prevalencia y el incremento de la mortalidad que supone, hasta siete veces superior en comparación con el resto de pacientes de la misma edad, lo que da una medida clara de su importancia.

La sed es la encargada de reparar la deficiencia de agua en el organismo y en las personas mayores esta disminuida o abolida en casos extremos. Con frecuencia no tienen sed y por lo que no ingieren la cantidad de agua necesaria para mantener el adecuado estado de hidratación, lo que resulta fundamental, sobre todo durante los meses de verano.

La cantidad de agua corporal total disminuye con la edad debido al aumento del tejido graso y a la disminución de la masa magra, cayendo del 55 al 60% en un varón de 20 años al 45-50% a los 80 años.

El agotamiento por calor es el síndrome más frecuente ante altas temperaturas. Se debe al fracaso de las respuestas cardiovasculares adaptativas al calor y a la pérdida electrolítica secundaria a la sudoración y sus síntomas iniciales son debilidad, cefalea, náuseas, vómitos e hiperventilación, pudiendo progresar a confusión, estupor y síncope.

«Llama la atención a la exploración la palidez, sudoración, taquicardia e hipotensión ortostática, la temperatura corporal es normal o ligeramente elevada. Afecta a personas expuestas a temperaturas elevadas, principalmente a mayores de 70 años que llevan tratamiento con diuréticos, hipotensores y que ingieren escasa cantidad de líquidos. También puede verse en deportistas no aclimatados», detalla el doctor Lamar.

La recuperación suele ser rápida tras el reposo en ambiente refrigerado y reposición hidroelectrolítica por vía oral o intravenosa si es muy intensa.

Por su parte, el golpe de calor es una urgencia médica, siendo el tiempo de evolución el principal determinante pronóstico. Se produce cuando el organismo es incapaz de disipar cantidades adecuadas de calor. La mayor parte de los fallecimientos que se producen por esta causa son en personas mayores.

Se pueden diferenciar dos cuadros diferentes. El activo o por ejercicio es típico en personas que hacen deporte en ambientes calurosos y húmedos con escasa hidratación y ropa inadecuada o excesiva. El clásico o pasivo es más frecuente en personas sedentarias y muy mayores con enfermedades cardiovasculares, neurológicas, obesidad, diabetes mellitus, alcoholismo, ingesta de diuréticos expuestas a ambientes calurosos o húmedos.

La temperatura corporal suele superar los 40ºC y todos los pacientes presentan disminución del nivel de conciencia. La falta de sudoración es un signo muy especifico, si bien tardío y cuya ausencia no excluye el diagnóstico. En casos muy graves se puede llegar al fracaso multiorgánico, convulsiones, hipotensión, shock cardiogénico, distress respiratorio y pancreatitis.

La rápida disminución de la temperatura corporal es la principal medida terapéutica que se debe aplicar lo antes posible y mantenerla durante el traslado al hospital. Se debe colocar al paciente a la sombra, quitarle la ropa y mojarlo con agua fría. Una vez pasado un episodio de hipertermia existe una mayor predisposición a sufrir otro.

Por último, los calambres musculares por calor se producen tras realizar ejercicio físico intenso a temperaturas elevadas, por lo que se deben escoger los horarios más frescos del día.

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