Pilares para un envejecimiento saludable

1 octubre, 2018
René de Lamar, especialista en Geriatría de HPS

El envejecimiento es un proceso natural que predispone a un mayor riesgo de padecer ciertas enfermedades, aunque en ningún caso es sinónimo de enfermedad. Actualmente, a una persona de 65 años aún le queda un 22% de su existencia por vivir y cada vez es más importante cómo van a desarrollarse, tanto desde el punto de vista de salud como social.

Uno de los principales objetivos de la Geriatría es prevenir y superar la pérdida de autonomía a la cual las personas mayores son especialmente susceptibles. Con frecuencia adultos mayores malinterpretan nuevas manifestaciones clínicas de enfermedad atribuyéndolas sin más a la edad. En realidad son signos o síntomas iniciales de afecciones no conocidas ni por el paciente ni por su médico que al no diagnosticarse y tratarse de forma precoz y adecuada afectan a la calidad de vida del mayor innecesariamente. Por ello, y ante el Día Internacional de las Personas Mayores que se celebra mañana, es importante promover actuaciones que favorezcan un envejecimiento exitoso y saludable durante el mayor tiempo posible retrasando la discapacidad y pérdida de autonomía.

«Una rápida actuación ante los cambios, en fases iniciales, puede ser decisiva para mantener el nivel funcional y la ansiada calidad de vida», asegura el doctor René de Lamar, especialista en Geriatría de Hospital Perpetuo Socorro.

El origen de la discapacidad en la mayoría de los casos se encuentra en los procesos degenerativos que con elevada frecuencia se asocian a la edad como las enfermedades musculoesqueleticas. Entre las mismas se encuentran la artrosis, la artritis y la osteoporosis seguida de las enfermedades cardiovasculares y circulatorias además de las neurodegenerativas, como la demencia o el párkinson, cada día más frecuentes.

Mantener el cerebro activo y una actitud positiva son fundamentales para asumir adecuadamente los cambios y limitaciones que genera el envejecimiento fisiológico y potenciar las ventajas que da la experiencia de los años vividos. Es recomendable comprobar en todos los pacientes mayores la integridad cognitiva y afectiva para detectar precozmente las alteraciones en estas áreas. «Lo cognitivo influye en lo social, lo social en lo emocional, lo emocional en lo biológico, lo biológico en lo funcional y lo funcional en lo social, cada dominio influye sobre otros y puede comprometer su funcionamiento», relata el doctor Lamar.

Hay que mantener el bienestar emocional y las actividades mentales, adaptándose a los cambios, aprendiendo a utilizar las nuevas tecnologías, mantener la socialización para evitar la soledad y el aislamiento, fomentar una actitud optimista ante la vida, disfrutando de sus pequeños placeres y minimizando en lo posible el impacto de los inevitables problemas cotidianos.

En definitiva, «no debe perderse la motivación por tener una vida activa y satisfactoria, evitando limitaciones en ocasiones innecesarias, ya sean propias o ajenas. Es importante ejercitar la solidaridad, y mantener la participación en actividades sociales con la elevación de la autoestima y la sensación de utilidad que proporciona», aconseja el geriatra. De esta forma será más fácil evitar el apagón emocional y los trastornos del ánimo, que son muy frecuentes a medida que se envejece y pueden originar serias complicaciones. Por ello hay que solicitar ayuda sin dilación cuando hay trastornos del ánimo, memoria, ansiedad o de la conducta.

En este ámbito juega un papel importante un descanso adecuado, durmiendo las horas necesarias para la recuperación del organismo.

«El sueño sufre cambios importantes, es de menor profundidad, de menor duración y con mayor inquietud con aumento del porcentaje del tiempo de vigilia y del periodo de latencia del sueño. Cuando el insomnio es secundario a una enfermedad como la depresión, mejorará con el tratamiento del proceso que lo genera. Si interfiere con la calidad de vida, cuando antes se trate menos consecuencias negativas producirá», detalla el especialista.

El estado nutricional es uno de los más importantes y potencialmente modificables factores de riesgo para la incapacidad en los mayores. Especial atención precisan los que viven solos o cuando el cuidador principal es otra persona mayor. Una pérdida de peso involuntaria puede indicar un mayor riesgo de mortalidad.

Una dieta balanceada y la ingestión de cantidades moderadas es fundamental, al igual que hidratarse adecuadamente. Aunque con los años se pierde la sensación de sed, deben tomarse unos dos litros de agua aunque no apetezca. Un porcentaje importante del cuerpo es agua y es necesaria para eliminar elementos dañinos que se producen durante el metabolismo de los alimentos.

Hay que fomentar rutinas de vida saludables, eliminando hábitos tóxicos y excesos como el consumo de alcohol, que además de afectar la memoria y la cognición, puede interaccionar con múltiples medicamentos. Mantener siempre el cuidado de la higiene personal diaria, cuidando el aspecto personal y vivir en un hogar limpio y adaptado a las limitaciones para evitas caídas y accidentes es otra medida importante.

Es esencial el ejercicio físico, al menos caminar cada día y adecuar la actividad física a las características de cada persona. «El riesgo de caer y hacerlo más veces aumenta con la edad y puede ser la primera manifestación de una enfermedad aguda en un mayor. La caída es el resultado de la interacción de factores intrínsecos, inherentes a la persona y circunstanciales relacionados con la actividad que está realizando. El peligro se incrementa conforme aumentan los factores de riesgo, propios y ambientales, desde utilizar un calzado inadecuado hasta transitar por suelos irregulares, deslizantes, alfombras o cables», explica el doctor Lamar.

Por último, es recomendable realizar controles periódicos de tensión arterial, análisis de sangre, orina y heces, así como la vacunación antigripal de temporada y antineumocócica en los casos que la precisen.La vista y el oído también requieren de revisiones regulares. La patología auditiva y visual es origen frecuente de incapacidad en los mayores, la deficiencia auditiva puede darse hasta en el 40% en los mayores de 65 años y sólo el 10-20% de las personas que pudieran beneficiarse de algún dispositivo para mejorar la audición lo emplean.

«Prevenir siempre es mejor que curar, la detección precoz de una serie de enfermedades que tardan o no tienen una sintomatología clara es fundamental. Los controles periódicos nos pueden salvar la vida o ayudarnos a mantener la calidad de la misma», concluye el especialista en Geriatría de Hospital Perpetuo Socorro.

Enfermedad y medicación

El envejecimiento condiciona una mayor vulnerabilidad, una presentación típica de la enfermedad, con una evolución diferente y tendencia a la cronicidad de las enfermedades. El retraso en el diagnóstico puede complicar el curso de muchas enfermedades y generar discapacidad. Por ello, nunca debe interpretarse que nuevos síntomas que aparecen se deben al envejecimiento y acudir al médico, que será el encargado de aclarar las dudas y recomendar estudios o las medidas necesarias.

La enfermedad en Geriatría suele tener una presentación atípica, diferente al adulto joven. La inestabilidad en la marcha, caídas, desorientación, confusión mental, incontinencia urinaria o negación a la ingesta de alimentos son frecuentes y sustituyen a los clásicos que se ven en personas de menos edad.

Anticiparse a que se produzca deterioro funcional y tomar medidas para evitarlo desde el inicio de una enfermedad aguda es fundamental. Es habitual la presencia de alteraciones iceberg, es decir, enfermedades no conocidas ni por el paciente ni por su médico que además con frecuencia son el origen de incapacidades no explicadas por los trastornos conocidos.

Asimismo, la respuesta de los mayores frente a los medicamentos es diferente. Tienen una mayor sensibilidad a los efectos adversos por lo que hay que ser muy cuidadosos con las dosis que se emplean y durante el tiempo que se utilizan.

El incumplimiento, terapéutico, la automedicación, la pluripatología y la polifarmacia son frecuentes a estas edades y modifican el efecto esperado de los medicamentos. Por ello, una información y control adecuados sobre la medicación que se ingiere es básica. En suma, un diagnóstico precoz y adoptar las medidas oportunas en función de la situación de cada persona pueden ser esenciales para mantener la mayor calidad de vida posible ante el envejecimiento.

 

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