La faringe es un conducto muscular que comunica la nariz y la boca con la tráquea y el esófago. Se divide en rinofaringe en su parte superior, orofaringe. La faringitis aguda es una inflamación de las vías respiratorias altas y una de las principales causas de dolor de garganta. En la faringitis aguda suele estar afectada el resto de estructuras vecinas como las amígdalas, llamándose el cuadro faringoamigdalitis.
¿Qué la causa?
La inflamación de estas estructuras es causada por la infección vírica o bacteriana, siendo los virus los responsable de la mayoría de estos cuadros, y que tienen cierta predominancia a estacional. De hecho, provoca entre un 70-80% de los casos. Entre los virus más frecuentes se encuentran los causantes del resfriado común y de la gripe mientras entre las bacterias destacan los estreptococos. Además, es más frecuente su aparición en niños y adolescentes.
¿Cuáles son sus síntomas?
La faringitis aguda suele comenzar con dolor de garganta agudizado al tragar, cabeza y fiebre. Posteriormente el dolor puede extenderse hasta el oído y aumentar al mover el cuello. Asimismo la faringe muestra signos de enrojecimiento, las amígdalas suelen inflamarse y en ocasiones pueden estar recubiertas de pus, producto de la infección, además de ganglios cervicales agrandados y dolorosos. En el caso de los lactantes pueden mostrarse irritables, presentar problemas de sueño y alimentación, mucosidad y ronquido nocturno. Ya en la etapa escolar es habitual que se acompañe de otitis media aguda.
¿Cómo se contagia?
La faringitis se contagia a través de las pequeñas gotas de saliva que se expelen al hablar, toser o estornudar, como ocurre con otras infecciones de las vías respiratorias altas. Suele darse especialmente durante el invierno por el frío, razón que lleva a pasar más tiempo en habitaciones cerradas y poco ventiladas y en la primavera por los cambios bruscos de temperatura y las reacciones alérgicas debido a las gramíneas ambientales, que incluso sin ser alérgicos pueden propiciar irritación. El consumo de tabaco, la exposición a agentes químicos o un sistema inmunológico con las defensas bajas, como el que producen patologías como la diabetes, así como el estrés, el cansancio o la mala alimentación favorecen su desarrollo.
¿Puede prevenirse?
Para evitar su aparición hay una serie de medidas preventivas muy útiles como evitar el tabaco y el alcohol. Asimismo hay que apostar por una alimentación sana y equilibrada, hidratación suficiente por vía oral, y la realización de ejercicio físico, dormir un mínimo de siete horas y evitar el estrés, todo lo cual contribuirá a mantener un sistema inmunitario fuerte. No aproximarse en exceso a las personas infectadas ni compartir con ellas utensilios o lavarse las manos con frecuencia son otras recomendaciones.
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