«La encefalitis afecta sobre todo a niños y a ancianos»

19 febrero, 2018

La encefalitis es la inflamación del parénquima cerebral, resultado de una invasión viral directa. La encefalomielitis aguda diseminada es la inflamación del cerebro y la médula espinal producida por una reacción de hipersensibilidad a un virus o a una proteína extraña. Ambos trastornos por lo general son desencadenados por virus. Los síntomas incluyen fiebre, cefalea y alteración del estado mental, que suelen acompañarse por convulsiones o déficits neurológicos focales, indica la especialista en Medicina Interna, Nieves Jiménez.

Los signos de alarma en la encefalitis son variables. En la mayoría de las ocasiones, especialmente en los casos leves, se presenta de forma asintomática o discurre como una gripe común, con fiebre, dolor de cabeza, muscular o de las articulaciones, fatiga o debilidad; y se cura por sí misma. Otros pacientes presentan síntomas más intensos como convulsiones, confusión, debilidad muscular, pérdida de sensibilidad o parálisis en algunas zonas del cuerpo, agitación o alucinaciones, problemas con el habla y la audición, visión doble, deterioro del juicio e incluso pérdida de conocimiento. Estos signos requieren de atención inmediata. En los niños hay que estar alerta ante la rigidez corporal, náuseas y vómitos, protuberancias en los puntos blandos del cráneo o falta de apetito.

No es una enfermedad con una incidencia registrada demasiado alta, aunque se desconoce el número de casos asintomáticos que se resuelven por sí mismos. En cualquier caso, y especialmente en las encefalitis virales, son los niños los que la padecen mayoritariamente, sobre todo los menores de un año. Otro grupo de riesgo lo conforman las personas mayores así como quienes padecen alguna otra patología que suponga un debilitamiento del sistema inmunitario o estén en tratamiento con fármacos inmunosupresores.

La encefalitis puede ser una manifestación primaria por virus epidémicos, como el echovirus o coxsackie, entre otros; esporádicas, como por ejemplo herpes simple, varicela o parotiditis); HIV; panencenfalitis esclerosante subaguda (años después de una infección por sarampión) o una complicación inmunológica secundaria de una infección viral, como en el caso de la gripe (virus Influenza A o B).

El tratamiento debe servir para controlar los síntomas, eliminar el virus el sistema nervioso y prevenir posibles secuelas neurológicas. Para ello es importante realizar un buen diagnóstico que permita conocer la infección responsable de su aparición. En los casos más leves, en cualquier caso, puede bastar con realizar reposo en cama, beber abundantes líquidos y usar medicamentos antiinflamatorios, analgésicos e incluso corticoides que mejoren los síntomas. Para eliminar el virus es necesario el uso de antivirales. En los casos más graves que requieren de hospitalización puede ser precisa asistencia respiratoria y control cardíaco, suministro de líquidos por vía intravenosa y anticomiciales. Una vez controlada la enfermedad es momento de valorar las posibles secuelas neurológicas para realizar las terapias del lenguaje, físicas u ocupacionales que puedan resultar necesarias.

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