La dispaurenia es un trastorno sexual caracterizado por provocar dolor durante la penetración. Poco usual entre varones sí se encuentra entre las disfunciones más frecuentes en mujeres, estimándose su incidencia entre el 8 y el 22%, según la Organización Mundial de la Salud. No obstante, la cifra puede ser mayor debido a la que muchas afectadas no acuden a consulta por vergüenza, al igual que ante otras afecciones dolorosas como el vaginismo. De hecho, ambas dolencias suelen confundirse. La diferencia se centra en que «el vaginismo es la contracción involuntaria de los músculos de la vagina que dificulta o impide la penetración, ya sea en las relaciones íntimas, en el uso de tampones o en las exploraciones ginecológicas. De esta forma, el vaginismo, de carácter fundamentalmente psicológico, puede provocar dispaurenia, que suele presentar factores físicos, por el dolor consiguiente y viceversa», explica el doctor Domingo Molina, especialista en Ginecología de Hospital Perpetuo Socorro.
Dolor punzante, ardor o quemazón y picazón e irritación son los principales síntomas que pueden aparecer al principio, durante o al final de la penetración y producirse en la parte externa o interna de la vagina e incluso en la zona pélvica, en el caso de las mujeres. Respecto a las causas, entre las orgánicas destaca la falta de lubricación vaginal, especialmente si el dolor es en el canal vaginal. Infecciones urogenitales, alergias, irritaciones, hipersensibilidad a preservativos o anticonceptivos así como el consumo de determinados fármacos o una reducción de estrógenos por la menopausia o la lactancia son algunos de los orígenes más frecuentes.
En otras ocasiones puede deberse a malformaciones, lesiones o cicatrices, especialmente tras el parto si ha habido desgarros o daños en el suelo pélvico. Si el dolor aparece en la zona pélvica puede deberse a endometriosis, inflamación del cérvix, miomas, quistes o enfermedad inflamatoria pélvica.
Las causas psicológicas, más usuales cuando las molestias se localizan en la zona vulvar, incluyen una deficiente educación sexual, llena de tabúes, ansiedad, depresión, miedo al coito o experiencias traumáticas, detalla el doctor Molina. Dependiendo por tanto de sus causas dependerá el tratamiento y el especialista a llevarlo a cabo. En cualquiera de los casos es fundamental consultar en primer lugar con un ginecólogo que descartará, si se tratara de un problema psicológico, las causas orgánicas. Además, el dolor puede ser signo de enfermedades, afecciones o lesiones como las ya citadas que es conveniente eliminar lo antes posible. Para ello realizará una exploración e historia clínica que incluya la localización, tipo de dolor y frecuencia del mismo. Y es que el dolor puede aparecer desde la primera experiencia sexual (primaria) o con posterioridad (secundaria o adquirida); ser situacional, cuando se produce sólo ante ciertos estímulos o parejas; o completa, si afecta a cualquier penetración.
Con todos estos datos será posible iniciar un tratamiento que puede abarcar desde la prescripción de determinados fármacos para tratar, por ejemplo, una infección; al uso de lubricantes; cambio de métodos anticonceptivos o terapia hormonal sustitutiva. En los casos más complejos puede ser precisa una intervención quirúrgica para corregir una lesión interna o extirpar unos quistes o miomas, entre otras cirugías. En ocasiones, aún tratándose de causas orgánicas puede requerirse el concurso de especialistas en psicología o sexología pero lo que es seguro es que puede hallarse una solución, y en ocasiones muy sencilla, que permita llevar a cabo una vida sexual saludable y sin dolor. «Sólo es necesario dejar de lado la vergüenza y los prejuicios, pensar que la dispaurenia puede ser síntoma de patologías de entidad y que por sí misma es ya una afección con tratamiento que puede curarse y acudir al ginecólogo sin demora. Por ello, y ante el Día Europeo de la Salud Sexual, debemos tener claro que la solución puede ser más sencilla de lo que imaginamos», concluye el especialista en ginecología de Hospital Perpetuo Socorro.
