El consumo de tabaco se ha extendido en nuestras sociedades desde hace varios siglos. A partir de las primeras décadas del siglo XIX comienzan a aparecer los primeros trabajos sobre sus negativas consecuencias para la salud, explica el doctor Ibrahim Véliz, especialista en Neumología de HPS.
Su consumo masivo durante el siglo XX trae aparejado su reconocimiento como adicción. A nivel mundial se estima que su prevalencia está en torno al 34%, siendo en España aproximadamente del 21%, del cual el 80% se ha iniciado antes de los 18 años. Sus innumerables efectos dañinos sobre la salud hace que sea considerada la primera causa a nivel mundial de muerte prevenible, matando cada año a unos seis millones de personas. Su efecto deletéreo sobre la salud habría que enfocarlo en primer lugar partiendo de su definición como enfermedad crónica, adictiva y recidivante.
«En el humo del tabaco existen más de 4.000 sustancias pero cabe destacar que la nicotina, alcaloide natural sólo presente en la planta del tabaco, es un potente modulador-estimulante del cerebro, constituyendo la base química de la adicción al tabaco. Tan solo algunos segundos después de la inhalación alcanza las células cerebrales uniéndose a ellas mediante receptores específicos, lo que genera la liberación de sustancias (neurotransmisores) responsables de los efectos relajantes y de la sensación de mejoría de la concentración y alerta. La exposición repetitiva a la nicotina conlleva un aumento del número de los mencionados receptores y por tanto a la aparición del fenómeno de tolerancia (necesidad de mayor dosis para un mismo efecto), lo que explica que sea tan adictiva como la cocaína y la heroína», relata el doctor.
Es evidente que lo mejor es prevenir y que no iniciar el consumo evitaría la adicción. De cualquier manera, una vez se comienza existen herramientas que pueden facilitar su abandono. En primer lugar es imprescindible ser asistido por un facultativo cualificado. Esta ayuda profesional garantizará una mayor tasa de éxito y de su mantenimiento en el tiempo así como una menor ansiedad y sufrimiento en el proceso. Inicialmente se realiza una entrevista detallada para una evaluación global del paciente y además determinar su grado de dependencia (sus mejores indicadores son el consumo de más de 31 cigarrillos día y cuando el primer cigarrillo del día se fuma antes de los cinco minutos tras despertarse), los intentos previos de abandono y la existencia de abstinencia.
«El grado de motivación que tenga el paciente es clave para el éxito del tratamiento de tal manera que sin ella no se puede llegar a buen puerto. Para la deshabituación tabáquica se usan terapias no farmacológicas como la entrevista motivacional y programas de terapia conductual, además de un tratamiento farmacológico que incluye lo que llamamos tratamiento sustitutivo con nicotina, es decir, administrar nicotina por una vía diferente a la inhalada, suficiente para evitar la abstinencia e insuficiente para generar dependencia (los niveles en sangre que generan nunca son ni tan rápidos ni tal altos como con la nicotina inhalada del tabaco). Hablamos de comprimidos, chicles parches transdérmicos, nebulizador nasal e inhalador bucal. Asimismo existen fármacos como el bupropion y la vareniclina cuya elección depende de la evaluación individualizada en cada caso», pormenoriza el doctor Véliz.