Ante la diarrea del viajero

12 August, 2019
Francisco Sosa Pérez, médico de Urgencias de HPS

La conocida como diarrea del viajero constituye el trastorno de salud más frecuente cuando se viaja a lugares con climas y condiciones higiénico-sanitarias diferentes o deficientes. Se define como la presencia de tres o más deposiciones de consistencia blanda-líquida en 24 horas, además de presentar al menos uno de los siguientes síntomas: dolor abdominal tipo cólico, tenesmo, náuseas, vómitos, fiebre o urgencia en la deposición, ya sea en el transcurso del viaje o a la vuelta, y no suele revestir gravedad en la mayoría de los casos.

Aunque su causa puede derivarse del estrés del viaje o el cambio de clima y alimentación, lo más habitual es que sea producto de una infección por una bacteria, virus o parásito, destacando las cepas enterotoxigénicas de Escherichia coli, tras comer alimentos o bebidas contaminadas.

Los lugares de destino con mayor índice de pobreza son los que tienen una mayor incidencia de diarrea del viajero, como por ejemplo África, Asia, Centro y Sudamérica. A nivel nacional tampoco se está exento de su aparición en verano a través de bacterias como Salmonella, Staphylococcus o Campylobacter.

Tradicionalmente se ha correlacionado al consumo de alimentos de alto riesgo (agua no embotellada, frutas y ensaladas) aunque el hecho de no consumir dichos alimentos no siempre se relaciona con un descenso en su aparición. Las escasas medias higiénicas de los lugares donde se ingieren los alimentos (presencia de picas para lavar las manos después de ir al baño los trabajadores, almacenar los alimentos en zonas cerradas para que no puedan acceder moscas, mantener los alimentos a una temperatura adecuada, entre otras) se correlacionan más con la diarrea del viajero que con las medidas de evitación o restricción alimentarias puestas en práctica por parte del viajero.

De todos modos, es necesario seguir recomendando a los viajeros las medidas habituales a la hora de ingerir alimentos: beber agua embotellada, fruta pelada, evitar los alimentos crudos y los hielos.

La razón de todo ello es que «la transmisión de esta patología puede provocarse porque una persona acuda al baño, no se limpie las manos, dé la mano a otra y ésta posteriormente se la lleve a la boca. Otra fórmula es una falta de higiene en quien manipule los alimentos que consumiremos, comidas contaminadas por estar pasadas o estropeadas, recalentadas o lavarse con aguas contaminadas o incluso conservarse en mal estado, entre otros factores», explica el doctor Francisco Sosa Pérez, médico de Urgencias de Hospital Perpetuo Socorro.

Pero no sólo la comida puede ser un factor de riesgo. Las monedas o toallas, entre otros utensilios de uso cotidiano, pueden ser una fórmula de contagio.

Por todo ello, «hay que lavarse las manos siempre antes de comer y con cierta frecuencia a lo largo del día; no consumir leche y productos lácteos, incluidos los helados, sin pasteurizar; evitar alimentos que han permanecido largo tiempo a temperatura ambiente como la de los bufés y optar por aquellos cocinados y calientes y por las frutas y vegetales en crudo sólo si puedes pelarlos tú mismo», detalla el doctor Sosa.

Sobre la bebida, que el consumo se produzca, sea cual sea la escogida (incluidos refrescos, vino, cervezas o cualquier otra), con el producto embotellado y con el precinto puesto, que debe limpiarse, no es la única medida a tener en cuenta. Hay que evitar nadar en aguas potencialmente contaminadas, cerrar la boca al ducharse y que el café o el té se encuentren bien calientes. Si debe utilizarse agua no esterilizada, hay que hervirla siempre o contar con algún medio de purificación. Por último, es más que recomendable comprobar que el menaje de cocina esté limpio y seco.

Si con todo, se contrae la diarrea del viajero, los síntomas que indican su aparición serán deposiciones líquidas o pastosas, generalmente sin moco, pus ni sangre, que se producen al menos tres veces diarias y una necesidad urgente de defecar. Estos episodios pueden ir acompañados de dolor abdominal tipo cólico (retortijón), debilidad, fiebre, náuseas y vómitos dependiendo de la gravedad. Esta sintomatología suele presentarse asimismo de forma abrupta entre 12 y 72 horas después del contagio. También es posible que se acompañe de deshidratación, sobre todo en climas cálidos.

Por último, la toma de bloqueadores de ácido o antiácidos o patologías como la enfermedad intestinal inflamatoria, la diabetes o la cirrosis pueden incrementar el riesgo de contagio, concluye el médico de Urgencias de HPS.

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