Visión doble y/o borrosa, fotosensibilidad, dificultad para ver de noche, destellos y atenuación de los colores brillantes son algunos de los síntomas que pueden indicar la aparición de la catarata. Se trata de una afección que afecta a más de la mitad de los mayores de 50 años, constituye la principal causa de discapacidad visual en el mundo y es la patología más operada en los países desarrollados.
«La catarata se produce por la pérdida de transparencia del cristalino, que es la lente natural del ojo que enfoca las imágenes situadas a distintas distancias gracias a la modificación de su curvatura. Localizada tras el iris y la pupila, los rayos de luz pasan a través de ella hasta la retina para formarse allí las imágenes, que pierden su nitidez al opacarse el cristalino», explica el doctor Vicente Mujica, especialista en Oftalmología de Hospital Perpetuo Socorro
Aunque se suela hablar de ella en plural, lo cierto es que aunque sea menos frecuente, puede afectar sólo a un ojo y, en caso de producirse en los dos, llevar una progresión diferente en cada uno. La disminución de la agudeza visual de las personas afectadas tiene en la cirugía su solución. Estas intervenciones están cada vez más sistematizadas por lo que se obtienen mejores resultados.
El momento adecuado para realizar esta operación depende de cada caso. La limitación visual existente es el factor principal para fijar ese momento de la intervención. Pero no es el único. Deben valorarse otras circunstancias que supongan un factor limitante en las actividades rutinarias, como puede ser el deslumbramiento nocturno con la conducción de vehículos o la sensación de reducción significativa del nivel de visión en ambientes incorrectamente iluminados. No es necesario intervenir desde el momento en que se detecte la catarata, sino tras evaluar su estado y las limitaciones que causa al paciente, pero, al tiempo, debe evitarse que llegue a fases avanzadas, lo que puede inducir a una intervención más compleja.
La cirugía consiste en extraer el cristalino opaco de su cápsula y reemplazarlo con un lente artificial que se introduce en la misma cápsula remanente. La técnica más habitual es la facoemulsificación. «En la intervención, tras la dilatación de la pupila y con la ayuda de un microscopio, el terminal de ultrasonidos se introduce por una pequeña incisión corneal de en torno a dos milímetros y se deshace el núcleo y la corteza de la catarata, cuyos fragmentos se aspiran por el mismo terminal de facoemulsificación. La cápsula que envolvía el cristalino opaco -la catarata-, será el lugar en el que se deposite la lente intraocular que sustituye al cristalino original. Esta lente puede ser de diferentes tipos en función de las necesidades visuales de cada paciente para evitar en la medida de lo posible y cada vez con más éxito el uso de gafas o lentillas», explica el oftalmólogo.
Antes de la intervención es necesario tener en cuenta, como en cualquier operación, la medicación del paciente si la tuviera, su historia clínica y posibles alergias así como seleccionar la lente adecuada. El tamaño del ojo y la pupila, la curvatura de la córnea y el estado de la retina son parámetros básicos a tener en cuenta antes de acometer la cirugía.
Aunque pueden producirse algunas complicaciones quirúrgicas, lo cierto es que suelen ser poco frecuentes. En general, la pupila suele estar dilatada los primeros días tras la intervención y deben utilizarse colirios con efecto antibiótico y antiinflamatorio. La principal precaución que debe tener el paciente es la de no presionar su globo ocular. La recuperación no suele llevar en general más que unas cuatro semanas.
Pese a que no se puede prevenir la aparición de la catarata, sí es posible diagnosticarla de forma precoz realizando revisiones anuales con el oftalmólogo, especialmente superada la cuarta década de vida. No obstante, «el diagnóstico suele llevarse a cabo cuando el paciente acude a consulta por una pérdida progresiva de visión. El especialista graduará la vista y realizará diversas pruebas para valorar el estado del ojo, sus medidas, presión intraocular y estado de la catarata, así como otras posibles patologías existentes antes de aconsejar la intervención y su momento de ejecución», especifica el doctor Mujica.
El principal factor de riesgo para su aparición es la edad. No obstante, existen otros que pueden controlarse para retrasar en lo posible su aparición ya que perjudican la salud ocular como la diabetes, el consumo de alcohol y tabaco, una alimentación desequilibrada así como la excesiva exposición a rayos ultravioletas sin la correspondiente protección mediante gafas de sol homologadas. También es importante conocer el uso de determinados fármacos por el paciente, como en el caso de los que utilizan corticoides de manera crónica, pues tienen capacidad de producir cataratas, concluye el especialista en Oftalmología de HPS.