La muerte súbita, el riesgo que no avisa

30 Setembro, 2019
El doctor Pablo Ruiz Hernández, cardiólogo de HPS

La muerte súbita conforma un tipo de muerte natural de causa cardiaca en la que la persona afectada no ha presentado nuevos síntomas cardiovasculares en la hora previa al fallecimiento. Se trata de una patología muy frecuente. De hecho se producen unos cinco millones de casos al año en el mundo y se estima que la incidencia anual es de 1-2 por cada 1000 personas, aunque aumenta con la edad.

Respecto a las causas que la producen, globalmente la principal es el infarto de miocardio y la enfermedad coronaria, concretamente en un 80% de los casos. Pero en personas de menos de 40 años, las miocardiopatías y las canalopatías, que son las denominadas cardiopatías familiares, son las de mayor importancia. Además, en un número menor, algunas enfermedades valvulares, congénitas e inflamatorias también son causa de este problema.

De hecho, las personas que cuentan con un mayor riesgo de padecer una muerte súbita son aquellos pacientes con antecedentes de infarto de miocardio previo, miocardiopatías, cardiopatías congénitas complejas o anomalías coronarias de riesgo, entre otras. «En general el riesgo se incrementa en personas con antecedentes de patología cardiaca, sobre todo si no realizan un control y un seguimiento adecuados», destaca el doctor Pablo Ruiz Hernández, especialista en Cardiología y responsable de la unidad de Arritmias, Electrofisiología y Estimulación Cardiaca de Hospital Perpetuo Socorro.

Sin problemas previos
No obstante y aunque el riesgo es muy bajo, también es posible padecer una muerte súbita sin contar con problemas cardíacos previos. «Lo que suele ocurrir a veces es que el problema cardiaco no era conocido», detalla el cardiólogo

Asimismo existen algunos factores que incrementen el riesgo de padecer esta patología, además de la edad, como la presencia de una cardiopatía de alto riesgo, por ejemplo con disfunción ventricular, que aumenta significativamente el peligro de sufrir muerte súbita. En este ámbito, y aunque se suele ligar mucho en el imaginario colectivo este padecimiento con el esfuerzo físico per sé, lo cierto es que no se relaciona con la muerte súbita, y en general el riesgo en personas que realizan esfuerzos frecuentes moderados o vigorosos es bajo. Sin embargo sí es verdad que en pacientes con una patología subyacente el esfuerzo muy intenso o prolongad puede funcionar como un desencadenante por lo que es fundamental un adecuado control médico y la realización de un reconocimiento médico-deportivo anual que valore e incluso sirva para diagnosticar alguna enfermedad cardíaca que se desconozca antes de emprender la práctica de deporte, ya sea de forma esporádica o habitual.

Reacción correcta

Lo primero, en caso de una situación en la calle o en la carretera, deberemos proteger a esa persona y protegernos nosotros mismos, no vaya a ser que nos atropellen. A continuación, comprobar si la persona está verdaderamente inconsciente, y si respira o no. En el supuesto de que no respire hay que avisar inmediatamente al servicio de emergencias 112. Idealmente, si hay más de una persona asistiendo, mientras una avisa al 112, la otra inicia las maniobras de reanimación. Se deben iniciar compresiones torácicas a un ritmo aproximado de 100 compresiones por minuto. Se recomienda por cada 30 compresiones realizar dos respiraciones boca a boca. Si es posible, la persona que administra las compresiones debe alternarse con otra cada dos minutos. Si no es posible realizar las respiraciones, es muy importante continuar con las compresiones hasta que llegue el equipo de emergencia a hacerse cargo de la situación, concluye el especialista en Cardiología y responsable de la unidad de Arritmias, Electrofisiología y Estimulación Cardiaca de Hospital Perpetuo Socorro.