¿Qué es el Herpes Zóster? ¿Cómo se trata?

26 Março, 2018

La varicela y el herpes zóster suponen diferentes manifestaciones clínicas de la infección por un agente único, el virus varicela zóster. La varicela se presenta con más frecuencia en los niños y característicamente se trata de una infección exantemática, es decir, que afectan normalmente sólo a la piel, generalizada.  El herpes zóster es propio de adulto y se caracteriza por una erupción vesiculosa en una zona localizada. «Este tipo de herpes se incluye en el contexto de las infecciones víricas cutáneas, constituyendo la reactivación de la infección por el virus varicela zóster, actuando por tanto la varicela como primoinfección.  Tras esta infección primaria el virus viaja a lo largo de las vías nerviosas, alcanzando los ganglios sensoriales donde se mantiene latente. Y es precisamente en el interior de estos ganglios sensoriales donde se produce la reactivación», explica la doctora Nieves Martín, especialista en Dermatología de HPS.

En consecuencia, el herpes zóster no es producto del contagio de la enfermedad a través de otros pacientes, ya sea de la varicela o de esta tipología herpética. La posibilidad de transmisión de la infección también es mucho menor que lo que ocurre en la varicela, en la que el paciente libera partículas víricas durante los primeros siete días, razón por la que es potencialmente contagioso y puede ocasionar la aparición de la patología en una persona que todavía no la haya padecido.  El herpes zóster es una afección frecuente y por tanto un motivo de atención habitual en la práctica dermatológica. Se inicia con síntomas de malestar general, sensación de escozor o de hormigueo y también de dolor de intensidad variable en la zona afectada. Estas molestias, que pueden estar ausentes si se presenta de forma asintomática, preceden a la aparición de lesiones cutáneas. A los 5-7 días comienza la erupción, cuya distribución típica con disposición unilateral, es una de las claves diagnósticas. Son placas eritematosas que en poco tiempo, horas o como máximo uno o dos días, progresan a la formación de ampollas agrupadas de pequeño tamaño.

En niños y adultos jóvenes los dolores que lo acompañan son leves o estás ausentes, mientras que en adultos ancianos los dolores son intensos, característicamente unilaterales. Respecto a las complicaciones que pueden aparecer, la más temida es la neuralgia postherpética.  Se trata de la persistencia del dolor más de un mes tras la erupción del herpes zóster. Ocurre en el 10-15% de los pacientes, afectando a un tercio de los mayores de 60 años. Cuando se afecta la rama oftálmica del nervio trigémino puede ocasionar lesiones oculares, desde la simple conjuntivitis con lagrimeo, hasta queratitis, escleritis e iritis. Es absolutamente obligatorio que en un herpes zóster en esta localización, además de la exploración dermatológica, se realice un control oftalmológico precoz.  En la fase aguda de esta afección las opciones de tratamiento son varias: tratamientos tópicos y antivíricos sistémicos así como pautas especiales de algunas formas clínicas especiales como el herpes zóster oftalmológico el que afecta a pacientes inmunodeprimidos. Asimismo, es en esta fase aguda en la que las lesiones deben mantenerse limpias y secas para evitar la sobreinfección.

La aplicación de fomentos con soluciones astringentes puede acelerar la desecación de las vesículas que provocan. Y en cualquier caso, no existe ninguna evidencia científica de la eficacia de los tratamientos antivíricos tópicos en el tratamiento del herpes zóster cutáneo. «Si existe dolor asociado, tanto agudo como crónico, conocido como neuralgia postherpética, deben prescribirse pautas analgésicas para controlar dicha sintomatología. En los individuos ancianos el tratamiento en fase aguda debe plantear la posibilidad de prevención de este tipo de neuralgia», puntualiza la doctora Martín.

Los fármacos antivíricos sistémicos bloquean la multiplicación del virus de forma precoz. Su prescripción en pacientes mayores de 50 años puede reducir la gravedad y duración del dolor agudo cuando se inicia el tratamiento antes de las 72 horas iniciales tras la aparición de las lesiones, por lo que es muy recomendable acudir con premura a un servicio de dermatología cuando se observen ampollas rojas en la piel. El tratamiento con dichos fármacos reduce las complicaciones oculares tardías. Por contraposición los pacientes menores de 50 años, exceptuando los casos de herpes zóster oftálmico, no suelen presentar dolor agudo intenso, por lo que no requieren tratamiento antivírico, concluye la especialista en Dermatología de Hospital Perpetuo Socorro.

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