La relación entre obesidad y el corazón

27 Janeiro, 2020
El Dr. Vicente Nieto, especialista en Cardiología de HPS

En los últimos treinta años la expectativa de vida en España ha aumentado en seis años hasta alcanzar una esperanza de vida media de 83 años, 80 en el caso de los hombres y 85 en el de las mujeres.

De estos seis años, cuatro son debidos al manejo de enfermedades cardiovasculares, sobre todo a la prevención y tratamiento del control del infarto de miocardio.

Pero estos avances se encuentran en peligro y una de las principales razones es el aumento de las tasas de obesidad, una enfermedad que se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa en el tejido adiposo del organismo y que afecta gravemente al corazón. El sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo para numerosas enfermedades crónicas, entre las que se incluyen la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

«La obesidad es una de las epidemias cardiovasculares del siglo XXI junto a la insuficiencia cardíaca, la estenosis aórtica degenerativa del anciano y la fibrilación auricular», explica el doctor Vicente Nieto, especialista en Cardiología de HPS.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) explicita como forma simple para determinar su existencia el índice de masa corporal (IMC), una fórmula en la que se divide el peso de una persona en kilogramos por su estatura en metros al cuadrado. Si el resultado se sitúa entre 25 y 30 existe sobrepeso y a partir de 30 se considera que se padece obesidad, una circunstancia que aumenta enormemente la posibilidad de mortalidad. Asimismo, la OMS estima que existen 2.200 millones de adultos con sobrepeso, 800 millones de adultos obesos y se producen 2,6 millones de muertes directas por esta causa.

También se considera un signo de obesidad cuando el perímetro abdominal de un hombre es más de 102 centímetros y de 88 en una mujer. «La obesidad abdominal es la más dañina, traduce la cantidad de grasa que rodean las vísceras, mucho peor que cuando se localiza en otras zonas ya que eleva enormemente el riesgo de un accidente cerebro o cardiovascular», relata el especialista en Cardiología.

El sobrepeso y especialmente la obesidad sitúan al organismo en situación protrombótica, lo que supone una amenaza cardiovascular directa. «El endotelio o capa que envuelve las arterias por dentro produce menos sustancias vasodilatadoras con el exceso de peso y se aumentan las vasoconstrictoras. Esto da lugar a la aparición de trombos y fomenta por tanto el padecimiento de ictus o infartos de miocardio además de fomentar la diabetes, que tiene una estrecha relación con el corazón», continúa el doctor Nieto.

Y es que la obesidad tiene un impacto importantísimo en la aparición de la diabetes. Si el cálculo del IMC arroja un resultado por encima de 25, cada aumento en una unidad incrementa el riesgo de padecer diabetes en un 10%.

«Esta circunstancia tiene que ver con el corazón porque casi el 80% de las complicaciones que presentan los diabéticos son cardiovasculares. Entre las mismas destacan el ictus, la arteriopatía periférica y las puramente cardiológicas como el infarto de miocardio; la miocardiopatía diabética, un problema específicamente provocado por la diabetes; y la neuropatía autonómica cardíaca, una enfermedad del sistema nervioso simpático que afecta al corazón y con el que las posibilidades de muerte súbita se quintuplican», asegura el cardiólogo.

Su prevalencia está creciendo en mundo. Padecen esta patología 250 millones de personas y en 2025 se calcula que alcanzará a 300 millones de habitantes. A nivel nacional afecta al 13,8% de la población española y la mitad de quienes presentan la enfermedad no están diagnosticadas, lo que agrava su estado y posibles complicaciones, que precisamente en Canarias son mucho más graves que en el resto del territorio nacional por la falta de diagnóstico, que se incrementa en las Islas.

Y curiosamente tanto el mapa mundial de la obesidad y de la diabetes presentan resultados similares que no afectan únicamente a países desarrollados. Sólo el centro de África y sudeste de Asia se mantienen en cifras adecuadas respecto a la obesidad mientras en Estados Unidos y países del Golfo Pérsico los datos son muy altos, entre el 30 y 40%.

Para prevenir la obesidad y por tanto los gravísimos problemas de salud que acarrea no deben tenerse en cuenta las dietas milagrosas o pastillas quemagrasas, que no provocan ningún resultado positivo y sí pueden ocasionar un efecto rebote o patologías añadidas. La raíz del problema suele estar en que «comemos mucho o mal o mucho y mal y no hacemos ejercicio», según el doctor Nieto.

La clave es no tanto hacer régimen sino cambiar el estilo de vida. «Podemos influir de forma importante en nuestra propia salud y en la de nuestros hijos. Estamos en un área de dieta mediterránea que no es sólo una dieta de alimentos sino un estilo de vida que se basa en la ingesta de frutas, aceite de oliva, verduras, cereales como el pan y el arroz, vino tinto y pescado que debe realizarse con tranquilidad, masticando lentamente junto al resto de la familia en torno a una mesa. A esto le acompaña una siesta corta de unos 30 minutos que ya en Japón se ha considerado un remedio de primer orden en la prevención de las enfermedades cardiovasculares. Si somos capaces de comer sano, no engordar, dejar de fumar y hacer ejercicio, algo fundamental, disminuiremos nuestro riesgo cardiovascular en nada menos que un 80%», concluye el especialista en Cardiología de HPS.

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