Ojos saltones y tiroides

27 Agosto, 2018
Cecilia Rodríguez, especialista en Oftalmología y Oculoplastia de HPS

La tiroides es una glándula endocrina ubicada en la parte anterior del cuello. Su función es fabricar hormonas tiroideas que a su vez dirigen el ritmo de todo el organismo. Controlan la temperatura, el metabolismo, el peso, el crecimiento, la velocidad con la que late nuestro corazón y hasta influyen en nuestro estado de ánimo. Los problemas de tiroides se asocian a una secreción excesiva o muy escasa de hormonas con distintas manifestaciones a nivel general como por ejemplo pérdida de peso, sudoración excesiva, temblor, insomnio y nerviosismo.

Existe una enfermedad especial que asocia problemas de tiroides con patología ocular y que puede provocar que el globo ocular se vea más abierto y expuesto hacia fuera dando como resultado ojos saltones y expresión de susto. Se trata de la oftalmopatía tiroidea, también conocida como exoftalmos endocrino, oftalmopatía de Graves-Basedow o enfermedad ocular tiroidea.

«La oftalmopatía tiroidea es una enfermedad autoinmune. Eso significa que, por causas desconocidas, el sistema inmunológico ataca a sus propios tejidos, en este caso a la glándula tiroides y las estructuras que rodean al globo ocular. Esta circunstancia tiene como consecuencia una reacción inflamatoria que provoca que los músculos y la grasa orbitaria aumenten de volumen y empujen hacia afuera al globo ocular (exoftalmos). La inflamación también puede observarse a nivel del párpado, que se retrae, haciendo que el ojo se vea anormalmente abierto. El conjunto de estos cambios da como resultado los ojos saltones y la expresión de susto característicos de esta enfermedad», explica la doctora Cecilia Rodríguez Luna, especialista en Oftalmología y Oculoplastia de Hospital Perpetuo Socorro.

«La enfermedad ocular tiroidea afecta principalmente a mujeres de 40 a 60 años con hipertiroidismo, aunque puede ocurrir también en pacientes hipotiroideos o en personas sin enfermedad tiroidea», continúa la doctora Rodríguez. En hombres es menos frecuente pero más severa. La orbitopatía tiroidea puede aparecer incluso antes de haberse diagnosticado un problema de tiroides.

Los primeros síntomas oculares son habitualmente leves e inespecíficos. Incluyen mayor sensibilidad al viento y al sol, sensación de sequedad ocular, enrojecimiento, lagrimeo o intolerancia a las lentillas. Suelen presentarse unos meses después de la afectación tiroidea, aunque pueden aparecer más tarde o incluso no aparecer. De hecho, no todo paciente con hipertiroidismo tendrá problemas oculares.

A medida que el cuadro va progresando el paciente puede presentar además dolor ocular; dificultad para enfocar objetos, especialmente en la lectura; visión doble; edema y bolsas en los párpados, sobre todo por las mañanas. Generalmente se ven afectados ambos ojos, aunque de manera asimétrica.

«La enfermedad presenta dos etapas bien diferenciadas, una fase inicial activa o inflamatoria, y otra inactiva o de secuelas. Una vez iniciada la patología, el período de actividad puede durar desde pocos meses hasta dos años. Pasado este tiempo, la inflamación suele remitir y la enfermedad estabilizarse. Una vez alcanzada la estabilidad es poco probable que el proceso se reactive, aunque cada paciente puede tener una evolución diferente», puntualiza la cirujana estética ocular.

Un dato a tener en cuenta es el tabaquismo. Está completamente demostrado que es el principal factor de riesgo relacionado con la ocurrencia y severidad de la oftalmopatía tiroidea. Numerosos trabajos han demostrado su efecto negativo, siendo significativamente mayor el número de pacientes fumadores con enfermedad ocular tiroidea que aquellos que no fuman y con una correlación positiva entre número de cigarrillos y severidad del compromiso ocular. También está relacionado con una peor respuesta a los tratamientos y reactivación de la enfermedad en pacientes que ya estaban estables.

El tratamiento de la afección ocular debe realizarse de forma multidisciplinaria, formando un equipo entre el médico oftalmólogo y el especialista en Endocrinología. Para el control de esta enfermedad es fundamental la estabilización del hiper o hipotiroidismo por parte del endocrino. No obstante, la mejora del problema tiroideo no garantiza lo mismo en el ojo, que puede continuar su deterioro.

En cualquier caso, el tratamiento depende de la severidad de los síntomas y la actividad inflamatoria. Los síntomas oculares más leves se pueden tratar con diversos colirios lubricantes y con gafas de sol para evitar el deslumbramiento. Por la noche, el uso de pomada ocular, un humidificador de aire y cubrir los párpados para dormir mejoran los síntomas. En los casos con una afectación orbitaria más importante con alteraciones de la visión y signos clínicos de actividad se pautarán corticoides (de manera endovenosa) a dosis elevadas durante un corto período de tiempo bajo supervisión médica. En algunos casos es necesario también el uso de inmunosupresores o radioterapia. Con respecto a los inmunosupresores, se están estudiando activamente fármacos como el Tocilizumab que prometen revolucionar el tratamiento y el pronóstico de esta patología en los próximos años.

Ulceración corneal y neuropatía óptica por compresión son algunas de las consecuencias más severas de esta patología, que pueden derivar en una pérdida de visión irreversible. Para evitar alcanzar tal gravedad y que el tratamiento sea lo más efectivo posible la mejor medida sin duda es acudir al oftalmólogo ante cualquier señal anómala y realizarse una revisión anual que sirva para detectar tanto esta como cualquier otra patología de forma precoz, lo que sin duda facilitará su curación y minimizará sus consecuencias, concluye la especialista en Oftalmología de Hospital Perpetuo Socorro.

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